Indagaciones sobre la Realidad, el Conocimiento y el Sentido
¿Qué es eso que llamamos “realidad”?
Sabemos que nuestra conciencia relaciona los datos de los sentidos con los datos de la memoria, y que de ese modo realiza sus acciones principales: el conocimiento de nuevos objetos y el reconocimiento de los ya conocidos.
Pero cuando nacimos no teníamos conciencia. Nuestra conciencia se fue formando con el paso del tiempo. Nuestra conciencia es temporal: sólo existe en relación con el tiempo. Crece dentro del seno del tiempo, y no podría existir sin él…
A su vez, eso que llamamos tiempo, es un producto de nuestra conciencia, lo mismo que el espacio. ¿De dónde surge el concepto de “tiempo”?
El tiempo es una medida de los cambios que se observan en el mundo. Cambios en la posición de los objetos observados en el espacio, y cambios en nuestros recuerdos, en nuestros pensamientos, etc.
Esos cambios, a su vez, son apreciados por la conciencia al relacionar la percepción del presente con lo percibido anteriormente, que está guardado en la memoria. Así se evidencia la conexión estructural que existe entre la conciencia y el mundo.
La conciencia es testigo de un mundo cambiante, pero sólo es testigo porque su estructura interna (la relación entre conciencia y memoria) le habilita para percibir tales cambios.
El tiempo es una abstracción que hace nuestra conciencia de su experiencia en el mundo.
Por otra parte, el momento “presente” se constituye mediante el entrecruzamiento de las retenciones y las protensiones, donde se cruzan “lo que ya no es” con “lo que está a punto de ser”.
Si hubiera un modo de observar “la película completa”, en ese modo no existiría el “presente” y tampoco el tiempo como lo concebimos en nuestra condición actual.
Ahora la física muestra que dos partículas pueden comunicarse en tiempo nulo. Son dos partículas que desde cierto punto de vista, parecen estar en el mismo punto del espacio, pero por otra parte, están separadas entre sí. Es como si el espacio y el tiempo no existieran entre ellas.
Tiempo y espacio son objetos abstractos configurados por la conciencia, en su intento por comprender el mundo.
Sin tiempo no hay conciencia, y sin conciencia no hay tiempo. Como acabamos de decir, este es un aspecto esencial de la relación conciencia-mundo.
La estructura esencial de la conciencia es idéntica a la estructura esencial del mundo. Tiempo y espacio son, además, elementos esenciales constituyentes de dicha estructura.
Sin datos, no hay conciencia, y tampoco puede haberla sin memoria. Tampoco puede haber “tiempo” sin memoria.
Los objetos mentales que va configurando la conciencia en su andar, pueden tener estructuras muy diversas, de acuerdo a la particular “forma” con que esta opere dentro de cada situación particular.
Esta particular “forma” de estructurar depende a su vez de muchos factores: la formación básica recibida por educación, los datos y comprensiones anteriores, el nivel de trabajo de la conciencia (sueño, semi-sueño, vigilia, conciencia de sí, etc.) y circunstancias particulares que pueden alterar el funcionamiento de la conciencia, como son las emociones, el recuerdo de situaciones vividas y la expectativa por lo que podría suceder a futuro. A esta lista todavía faltaría agregar la posible presencia de sustancias que alteran el funcionamiento de la conciencia por vía química corporal.
Entonces, eso que llamamos “realidad” no es sino una particular visión del mundo, una particular creencia que nos entrega la conciencia en un momento dado.
Esta visión del mundo ha ido cambiando con el tiempo: en lo personal, con el tiempo de la propia biografía, y en lo social, con el tiempo histórico, dentro del cual se ha ido generando una conciencia común en cada etapa del desarrollo de la especie humana. Se puede hablar entonces de una “realidad” humana global, propia de cada etapa del desarrollo.
¿Es el conocimiento un hecho individual o es en cambio, un hecho social?
Si bien los “conocimientos” o “descubrimientos” surgen normalmente en la conciencia individual de alguien que investiga en cierto campo, el hecho de que la formación de esa conciencia individual sea – como lo es – un fenómeno social, convierte a ese suceso individual del conocimiento en algo que no puede negar su origen social y compartido.
“Si he visto más, es poniéndome sobre hombros de Gigantes” escribió en su momento Isaac Newton. De este modo reconocía que sólo había llegado a sus conclusiones sobre las propiedades de la luz, debido al trabajo pionero realizado por Descartes y Hooke.
Todos vamos por la vida parados sobre los hombros de los demás. Nuestros “conocimientos” surgen siempre sobre la base de un sustrato de ideas y creencias que hemos heredado sin pedirlo. El ser humano es un ser histórico y social.
Esto es válido para todo conocimiento, pero si consideramos el conocimiento científico el hecho parece ser aún más evidente. Cada vez hay más “hombres de ciencia” y cada vez hay más intercambio entre ellos. Se comparten experimentos, se discuten interpretaciones, y se elaboran teorías al respecto. Nuevos experimentos obligan a modificar las teorías anteriores.
Es claro que todo conocimiento es provisorio, pero aún así puede resultar útil en determinada situación. Gracias a estos conocimientos provisorios hoy, por ejemplo, podemos ir a la luna y volver. La humanidad avanza sobre el mundo, poco a poco, en un esfuerzo conjunto, en un esfuerzo social. La conciencia de la humanidad va creciendo concomitantemente.
La búsqueda de “la verdad”
Si queremos explorar la supuesta “realidad” con nuestra conciencia, hay al menos tres formas de hacerlo:
1- Mediante la adquisición de nuevos datos por medio de los sentidos, y de prótesis o extensiones de los sentidos. Estos datos serán interpretados y estructurados de algún modo por la conciencia.
2- Mediante el acceso a nuevas formas de percepción, mas allá de los sentidos conocidos. Esto es raro. ¿Será posible que ingresen a la conciencia datos provenientes de una especie de “sexto sentido”? ¿Puede la mente comunicarse con el mundo por una vía no habitual?. Dejemos esto, por el momento, en el terreno de las hipótesis. No obstante, si esto fuese posible, tales datos, también serían estructurados por la conciencia de alguna manera.
3- Mediante un cambio en la forma en que la conciencia estructura los datos que recibe. Esta forma de estructurar, o de interpretar los datos recibidos, es normalmente heredada por cada individuo a través de la interacción social. Pero a veces la conciencia da un “salto” cualitativo y encuentra un modo nuevo de comprender o imaginar determinado suceso.
Lo subjetivo
Por cualquiera de las formas anteriores un individuo puede llegar a lo que él podría considerar como “verdadero”, es decir, a una percepción supuestamente superior de la realidad. Algunos hablan de la “iluminación”, otros, de la “revelación”, otros, mas simplemente, de “haber comprendido algo”. ¿Pueden estas manifestaciones ser tomadas como “verdaderas” por las demás personas? En principio no, hasta que ellas tengan iguales o similares experiencias, y puedan arribar a las mismas conclusiones. Lo demás entra en el campo de la posibilidad, de la creencia, o de la fe.
No todas las experiencias subjetivas merecen ser consideradas como el acceso a un conocimiento “verdadero”, a pesar de que quien las viva afirme tener un registro de “certeza”. Ese registro también es subjetivo. Hay experiencias subjetivas que caen en el campo de la ilusión, en el de la alucinación, o en el de la conciencia emocionada o mágica.
Tales experiencias tienen realidad únicamente subjetiva, en tanto otros sujetos no puedan tener acceso a experiencias similares. Incluso podrían existir ilusiones y alucinaciones colectivas…
La descripción de la experiencia
Un místico puede describir una experiencia, pero haciendo la salvedad de que la descripción es sólo “un reflejo” de la experiencia original. Otros hablan de “formas caídas”. En todos los casos, se presenta el problema del aislamiento entre las conciencias, es decir, la imposibilidad de compartir plenamente lo que se ha vivido.
El arte puede ser un intento de describir con formas perceptibles aquello que el lenguaje común no puede describir. La poesía, la pintura, la escultura, la música serían, desde esta perspectiva, formas caídas también.
A veces, estas expresiones artísticas logran traspasar el aislamiento entre las conciencias y comunican algo que corre como un reguero de pólvora entre la gente. El artista no entiende qué ha pasado, pero de repente, su creación se vuelve “viral” como se dice en estos días. Su creación toca una fibra íntima, produce un estado mental distinto, y esto puede atravesar incluso la barrera de los siglos… tales expresiones artísticas excepcionales caen dentro del misterio que habita en las profundidades de la conciencia.
La intersubjetividad
Nuestra intención es la exploración de nuevas “realidades”, no de nuevas ilusiones.
¿Cómo podemos entonces distinguir entre una percepción correspondiente a algo que merezca llamarse “realidad”, y una simple alucinación o ilusión de la conciencia?
Pienso que sólo podemos hacer tal distinción por medio de la intersubjetividad, como lo hacemos en el mundo de lo cotidiano. Si tres personas en una habitación perciben un vaso de agua sobre una mesa, y sus descripciones del mismo son coincidentes, ese vaso puede, en principio, considerarse parte de la “realidad”. Pero si un cuarto individuo afirmara que no se trata de un vaso de agua, sino de un extraterrestre atrapado en una jaula de vidrio, todos los otros seguramente pondrían en duda esa afirmación, y lo mirarían con sospecha. Esto no significa que la mayoría tenga razón y el cuarto individuo esté equivocado, pero la realidad ha quedado en entredicho, y habrá que seguir investigando…
De esta manera, mediante la intersubjetividad, hemos ido obteniendo una imagen “social” acerca del mundo, que está constantemente cuestionada, pero que ostenta cierta fijeza temporal que es necesaria.
Podríamos entonces hablar de una “realidad” humana, un paisaje humano común que corresponde a cada época, y que cambia con el momento histórico.
A modo de ejemplo e ilustración, recomiendo la lectura del libro “El esclavo” de Isaac Bashevis Singer (premio Nobel de literatura). Esta novela, ambientada en los países nórdicos en la época de expansión del cristianismo, muestra el mundo de creencias de los habitantes del momento. Creencias que a nuestros ojos aparecen como “increíbles” pero que constituían la incuestionable “realidad” del mundo para esos humanos del ayer…
¿Existe entonces una realidad independiente de la conciencia?
Todo lo que podemos percibir, recordar o imaginar depende de la estructura de nuestra conciencia. Pero esta es contingente, variable, y depende de nuestra historia y de nuestra interacción social. La conciencia es entonces posibilidad pero es también, límite.
¿De dónde ha salido la creencia de que existe una “realidad” independiente de nuestra conciencia? Fuerte creencia sin duda. Einstein decía: “¿Cree Ud. que la luna deja de existir si Ud. no la mira?”
Lo que Einstein parecía no tener en cuenta, es que la “luna” (como todo lo demás) es un objeto configurado por la conciencia colectiva de la humanidad. La luna no existe para un gusano que ha pasado toda su vida dentro de una manzana. Y no tenía la misma significación para el homínida de hace millones de años que la que tiene para nosotros hoy.
La luna existe para la humanidad, como todo el resto del “mundo”, y su “realidad” va cambiando a medida que la conciencia colectiva de la humanidad progresa en su camino evolutivo. Por eso no debería alarmar tanto a los físicos de hoy que se diga en física cuántica que la conciencia participa en la creación del mundo.
Ciertamente, no se necesita hacer intervenir a la física cuántica para llegar a esa conclusión. Basta con abandonar la creencia de que existe una realidad independiente de la conciencia humana. No tenemos porqué inferir tal cosa. Es que simplemente no tenemos evidencia de ello y tal vez no la vayamos a tener jamás.
Creo que tal creencia ha surgido porque uno ve una “realidad” aparentemente similar a la que ven otros, y uno sabe que cualquiera de esos otros podría dejar de existir sin que cambie sustancialmente esa “realidad” conjuntamente percibida.
La conciencia de los coetáneos surge de un tronco común, de modo que los coetáneos comparten una estructura esencial en su conciencia, que resulta ser un ente histórico y social. Por eso, todos creemos ver aproximadamente “lo mismo” en una época dada.
Si uno desaparece y todo sigue igual, entonces lo que vemos parece ser independiente de la conciencia. Pero no es así.
La conciencia humana, en su desarrollo, va generando y “percibiendo” un paisaje común. Una conciencia humana global, o colectiva, contingente también como la individual, pero que va cambiando lentamente. Ese paisaje humano colectivo, no es “la realidad”. Es una creación de la especie humana en cada etapa de su desarrollo.
Esa supuesta “realidad” puede ser independiente de una conciencia humana individual, pero no es independiente de la conciencia humana colectiva. Es, verdaderamente, una creación de la conciencia humana colectiva.
La creencia en una realidad objetiva se encuentra dentro de otra creencia: que esa realidad objetiva tiene una estructura definida, con leyes inmutables, y que permanece igual a sí misma durante la infinita eternidad.
El que hablaba del “ser” y le atribuía estas características era Parménides, en la antigua Grecia. No estamos tampoco diciendo aquí que esto no pueda ser. Solo estamos mostrando porqué para nosotros, en principio, se trata de una creencia.
Al decir estas cosas, uno percibe un dejo de insatisfacción en la conciencia. Nos gustaría saber como son las cosas, o al menos tener la esperanza de poder saberlo algún día.
A finales del siglo 19, el director de la oficina de patentes de EEUU – totalmente satisfecho – hizo una recordada declaración: “En el momento actual la ciencia ha descubierto todo lo que había por descubrir, y en el campo de las realizaciones prácticas, todo lo que podía ser inventado ya ha sido inventado”. Pocos años después hicieron su aparición la física cuántica y la teoría de la relatividad, y aquella imagen tan segura sobre el mundo se derrumbó estrepitosamente.
Siempre sucede así; luego de cada “descubrimiento” se verifica que este no es definitivo, porque surgen nuevas evidencias y la supuesta “realidad” se nos escapa de nuevo. Caminamos, avanzamos, y ella se aleja. Pareciera que nos vamos acercando, pero…
Desde este punto de vista, la conciencia parece haber alcanzado un límite. No puede siquiera saber qué tan lejos o tan cerca se encuentran sus comprensiones de la supuesta realidad. Tampoco puede saber con certeza si se acerca o no a ella. Siendo estrictos, deberíamos reconocer que todo su “conocimiento” parece condenado a permanecer siempre en el campo de lo provisorio.
El sentido común, sin embargo, dice otra cosa. “Antes creíamos que la Tierra era plana” – podría alguien decir – “y ahora la vemos desde el espacio. ¿No significa esto que vamos avanzando en el conocimiento de la realidad?”. Tal vez si, pero no puede negarse que podríamos estar todos inmersos en una gran ilusión.
Experiencia e interpretación ¿Quién pone el sentido?
“Durante largo tiempo un ideal de objetividad nacido de las ciencias físicas ha dominado y dividido las ciencias. Una ciencia, para ser digna de ese título, debía «definir su objeto», determinar las variables en función de las que pudieran ser explicados, entiéndase previstos, los comportamientos observados. Hoy día está naciendo una nueva concepción de la «objetividad científica» que pone de manifiesto el carácter complementario, y no contradictorio, de las ciencias experimentales, que crean y manipulan sus objetos, y las ciencias narrativas, cuyo problema son las historias que se construyen creando su propio sentido”.
Lo anterior está extraído del libro “Entre el tiempo y la eternidad”, de Ilya Prigogine e Isabelle Stengers. Allí se pone en evidencia que una cosa son las experiencias que se pueden llevar a cabo, por ejemplo, en un laboratorio, y otra cosa es el relato interpretativo que se puede hacer a partir de ellas.
Bien entendido, ese texto es un reconocimiento de que la “objetividad” no puede ser independiente del “relato” que se construye en base a una experiencia. De ahora en adelante, la “objetividad” requiere de la participación de la conciencia, que obviamente es el ente que elabora la interpretación. En otras palabras, es imprescindible considerar al observador. Es el observador el que pone “el sentido” en la experiencia. Pero claro, ese sentido puede ser discutido, y ha sido discutido muchas veces…
Es obvio que una interpretación debe “tener sentido”. Pero ¿qué es ese “sentido”? ¿Qué significa? ¿Quién determina el sentido que tienen las cosas en el mundo humano?
Silo ha dicho que es “la mente” la que pone el sentido en los contenidos de la conciencia. Como si hubiera un observador profundo, inmutable ante la diversidad de las percepciones, que está siempre “detrás” de todo lo que se vive en la corriente de experiencias de la conciencia.
Ese observador profundo parece no depender de los contenidos particulares que establecen diferencias entre los humanos. Podría pensarse entonces que ese observador es el mismo para todos; que es único.
¿Será entonces la existencia individual una ilusión? No tenemos una respuesta categórica ante esta pregunta, pero parece que los elementos que constituyen la individualidad se forjan durante la existencia en este mundo. Lo individual aparece vinculado a lo mundano. Pero si hubiera otro mundo, podría existir también una individualidad profunda, de otro nivel, por así decirlo.
Pero ¿qué pasa con “lo individual” cuando llega el momento de la muerte? Si lo individual estuviera ligado al mundo… ¿Qué queda? ¿Cuál es el “residuo” de la experiencia vivida?
Algún Sentido tendrá, para ese “observador profundo” el pasaje por este mundo… uno se siente tentado a creer. Algún cambio debe experimentar luego de lo vivido. En caso contrario parecería que todo carece de sentido. O esta vida sirve como escuela de aprendizaje para “alguien” o parece definitivamente, no tener sentido.
Pero si todo en el Universo apunta a la creación de la vida (como múltiples evidencias parecen indicar ahora) es de suponer que debe existir un Sentido en la Vida. Y por tanto debe ser cierto que hemos venido a aprender.
Pero …
¿Qué es lo que tenemos que aprender?
Es una buena pregunta, y tal vez sea bueno que quede así, como una burbuja flotando en el aire…
Daniel León
Centro de Estudios Humanistas Rosario
Parques de Estudio y Reflexión Carcarañá
Marzo de 2024
Una burbuja flotando en el aire. 1102 KB.